lunes, 21 de marzo de 2011

CISNE BLANCO


La película cuenta la historia de Nina, una joven y brillante bailarina de una importante compañía de danza, elegida para el papel protagonista en la representación de El Lago de los cisnes. Una madre autoritaria y represiva, un profesor exigente y sin escrúpulos, una compañera con la zancadilla preparada en cualquier momento y, sobre todo, la obsesión autoexigente de la propia Nina hacen que el papel se convierta en una auténtica pesadilla para ella.

Bien. Durante la primera hora de película todo funciona, emociona, engancha… Todo es estéticamente atractivo, al servicio de una historia bien contada, tan elegante como sincera. De hecho, durante esa primera hora, pensaba para mis adentros que ésta era sin duda la película del año, sin duda la más emocionante, por encima de La Red Social, Valor de ley, El discurso del rey… Por eso, precisamente por todo lo que estamos disfrutando, da tanta rabia asistir a su desmoronamiento, a unos últimos 20 minutos que parecen pertenecer a otra película, a una de esas terror asiático de sustos, y no a esa bella, subterránea, contenida y desasosegante primera hora.

La bailarina Nina roza la perfección en su Cisne Blanco pero no es capaz de llevar a cabo con éxito el Cisne Negro; exactamente lo mismo le ocurre a esta película. Es evidente que el río subterráneo que recorre la historia es la locura de la protagonista, que de vez en cuando sube a la superficie en pequeños y efectivos golpes; pero a la hora de que todo eso salga a la luz la película fracasa estrepitosamente, atendiendo más a la locura que al sufrimiento, a la anécdota que al personaje.

Parece como si el propio director, Darren Aronofsky, del que destaca a su vez su bipolarismo como director, más pendiente del efecto unas veces (Réquiem por un sueño) y del fondo otras (El luchador), haya tenido que luchar contra su particular Cisne Negro y se haya dejado llevar por su lado más estruendoso, sin conseguir la perfección ni la emoción, sino una ruleta de artificios que te saca de la película y hace que ya no te creas a esa criatura excepcional con la que estabas sufriendo hasta hace un momento.

Aún con todo, Cisne Negro seguramente sea la película que más me ha transmitido y con la que mejor me lo he pasado del cine americano del último año. La espectacular música, la sublime (hermosa, honesta, emocionante) Natalie Portman, la fotografía… hacen que merezca la pena sin duda ver la película, aunque acabe perdiendo el norte...

Ojo, una aclaración: me gusta el poder visual de Aronofsky, con un Haneke, por muy bueno que sea, ya tenemos bastante; pero es que entre La Pianista y la última media hora de Cisne negro hay una película posible: la propia Cisne negro, su primera hora, el Cisne Blanco.

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