jueves, 17 de febrero de 2011

La amabilidad de los extraños



RAÚL

Dice Ana Sanz-Magallón en su estupendo libro sobre guión Cuéntalo bien, que una historia funciona cuando un personaje persigue un objetivo difícil, que alcanzará o no. Las historias de Raúl siempre funcionan bien. Porque para él es difícil llegar al objetivo, ya que no tiene ninguna ventaja especial sobre los demás. Bueno, sólo una; como dijo Valdano: tiene la cualidad más difícil de apreciar por la gente no inteligente, la inteligencia.

En una reseña sobre Lola Flores en el New York Times se podía leer: «Ni canta, ni baila. No se la pierda». Con Raúl pasa lo mismo: «Ni tira, ni regatea. No se lo pierda». El otro día, en Mestalla, y vestido por una vez de ese extraño azul al que jamás nos acostumbraremos pero que le da un agradable aspecto a lo Superman, pagó la última letra que le quedaba del pequeño chalet adosado que compró hace tiempo. Cartas a Calle Eternidad, Nº 7.

QUIQUE Y NACHO

El concierto de Quique González la otra noche en el Florida Park fue maravilloso. El madrileño fue soltando clásicos como si tal cosa, mientras los presentes daban por hecho que todas y cada una de las canciones hablaban de todos y cada uno de ellos. Cuando, evidentemente, sólo hablaban de ti y de mí o cómo mucho de nosotros.

Nacho Vegas saca nuevo disco, La Zona Sucia (la parte del circuito en que el asfalto está sucio por los restos de goma). Ya le he dado unas cuantas vueltas y me está gustando mucho este Nacho luminoso y menos apocalíptico, que escribe canciones mientras en la tele ve la Fórmula 1 y se le chafa el día cuando pierde el Sporting. Supongo que está en sintonía con esa frase de Casavella que tanto me gusta: este mundo puede ser doloroso, hasta infernal, pero no es serio.

Del disco, de momento, mención aparte para Lo que comen las brujas. Una preciosa pieza medio nana medio tenebrosa que se ha apoderado de mi alma y de mi corazón. Es la primera canción, con ese toque infantil, que me hace pensar en ese ser humano que aún está por llegar.

INGLÉS

En la escuela de inglés a la que he decidido apuntarme hay dos opciones: ir a la sede de Alonso Martínez por las tardes o a la de Ciudad Universitaria por las mañanas.

La opción de Alonso Martínez por las tardes tiene un pro y un contra. El pro es que la recepcionista es una de las chicas más guapas y más majas del mundo. El contra es que al ser por las tardes, y salir a las 21:30, me coincidiría con partidos de Champions League, lo cual, para mi miserable existencia, significa renunciar a mis pequeñas dosis de felicidad.

Cómo pueden comprobar mis decisiones se apoyan en aspectos vitales.

¿Existen más posibilidades de que yo logre entablar alguna conversación con sentido con la recepcionista o de que el Madrid gane la Champions? Evidentemente, y aún estando la cosa jodida salvo que nos echen una mano los gunners, lo segundo. Así que iré a Metropolitano, de mañana, y me entretendré pensando que si llego a ir a Alonso hubiera formado una numerosa familia con la recepcionista de la International House; familia en la que, por nacimiento, nuestros hijos serían bilingues o al menos tendrian matrícula gratis en la escuela donde trabaja su madre.

O mejor: iré a Alonso, veré cada día a mi mujer imaginaria  y me fumaré las clases que coincidan con el camino de La Décima.

UN TRANVÍA LLAMADO DESEO

Fuimos a ver al bonito Teatro Español Un tranvía llamado deseo, dirigida por Mario Gas y en versión de José Luis Miranda. Me atrajo mucho el montaje, la atmósfera, el juego con los audiovisuales… En cuanto a la enjundia de la obra, me gustaron las escenas, tranquilas, donde entramos poco a poco en lo subterráneo de los personajes, hasta que se producen pequeños estallidos de violencia. Me gustó, ya digo. Pero no me emocionó lo suficiente, ni me fascinó. Lo mejor del reparto es una estupenda Vicky Peña, que fue ovacionada contundentemente por el respetable. Ariadna Gil que no figura, ni mucho menos, entre los santos de mis devociones en el cine, me pareció que estaba muy bien. Estupendo también Alex Casanovas. Roberto Álamo primero me gustó y luego se me fue desinflando.

Acabo con una frase de la obra, la más conocida de todas, la que pronuncia el personaje de Blanche Dubois, Vivien Leigh en el cine:

«Siempre he dependido de la amabilidad de los extraños.»

Aquí quedamos mi blog y yo, en manos de la vuestra.

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